domingo, 24 de febrero de 2008

Siempre nos quedará Berlín

Berlín es un festival al que tengo un cariño muy especial... quizás sea, de los más grandes, mi favorito. Las razones son múltiples: Se celebra en una gran ciudad en todos los aspectos, cosmopolita, cuya vida no se ve condicionada para mal como pueda ocurrir con Cannes, con unos precios que no se disparan tan exageradamente como Venecia, muy bien organizado, manejable, cuyo mercado se celebra con relativa autonomía -en edificios diferentes que los de las proyecciones oficiales- sin incordiar al resto, y en una ahora capital (no hasta la reunificación alemana) cargada de historia.

Me gusta la Berlinale, aunque este año no haya sido nada espléndida en cuanto a su selección a concurso, más bien floja. Cosa rara, mis gustos personales coincidieron con los del jurado, al menos en cuanto al Oso de Oro. "Tropa de élite" era mi favorita. "Pozos de ambición" también estaba bien, pero la cinta brasileira de Jose Padilha, dura y rozando una moraleja cuasi fascista, pero a la vez me temo que demasiado realista, era más fuerte e impactante.

El "glamour" de la cosecha 2008 fue discretito, comparado sobre todo con años pasados. El calendario mundial ha cambiado, con el adelanto de los Oscars, y muchas de las potentes cintas de Hollywood que solían presentarse en Berlín ahora se estrenan antes en medio mundo. Del resto, tampoco nos ofreció un gran nivel. Demasiado título mediocre de puro relleno. Su director, Dieter Koslick, apostó esta edición -demasiado para mi gusto- por cubrir sus lagunas de programación con películas de músicos y sobre música, que le valieron la presencia de los Rolling o Madonna.

Me sorprendió constatar el gran gancho mediático que tiene ya Penélope Cruz, convertida en una de las grandes figuras de esta edición, a pesar de que "Elegy", la cinta norteamericana en la que la dirigió su compatriota Isabel Coixet, decepcionara a la mayoría. Escasísima la "química" entre la madrileña y Ben Kingsley, y aún peor el guión que obvia la carga sexual de la novela original de Roth, imprescindible en este caso para explicar el "encoñamiento" entre ambos personajes centrales, que en la versión fílmica uno no llega a entender.

Fuera, divertido el lanzamiento en el mercado de las dos películas de Steven Soderbergh sobre Che Guevara. La gente de su distribuidora internacional, Wild Bunch, montó un chiringuito con pintadas y carteles procubanos, y un par de carros de los años 50 con los que me cruzaba cada día en el camino del hotel al Berlinale Palast. Parece que les fue bastante bien en preventas de estas esperadas cintas -parcialmente rodadas en España- que seguramente tendrán un lanzamiento general en Cannes.

Ah... olvidaba otra de las virtudes de Berlín: su aeropuerto. Si uno llega a Tegel desde la T4 de Barajas es como salir del peor aeropuerto conocido al más cómodo. O mejor dicho, despegar de Barajas y hacerlo luego de Tegel es comparar infierno y paraíso. De algo diseñado por un arquitecto que debe odiar al transporte aéreo al más racional de los aeropuertos que yo conozco. En la T4 tardas 45 min en llegar a su sala de espera, en Tegel te deja el taxi en una puerta y menos de 50 metros te separan del punto de salida de tu vuelo. Evidentemente no podemos comparar el volumen de vuelos de uno y otro, pero la mentalidad tampoco tiene nada que ver. Y el pasajero lo sufre y mucho.

lunes, 4 de febrero de 2008

Grandeza y miseria de los peliculeros


Parecía que "El orfanato" se lo comería todo... pero no fue así. Una película pequeña, sin rostros conocidos, de presupuesto tirando a bajo, que casi nadie vio.... lograba este domingo los dos Goyas más deseados: mejor película y director. Formo parte de esa legión de no espectadores de "La soledad", pero las referencias de mis amigos son buenas. Sobre todo insisten en que aunque se trate de una película "de autor" no es aburrida, pesada o pretenciosa. Quizás lo mejor de esta movida sea que con suerte ahora los hermanos Morales se animen a reestrenarla.

"La soledad" hizo gala de su título en las salas. Se estrenó en junio, después de pasar por Cannes, pasando desapercibida. Se ha criticado que no tuvo mucha promoción, pero como periodista y ocasional promotor de películas y eventos, considero que tenía todo en su contra. Ni actores ni director conocido, sin tema especialmente original o polémico, sin premios... Es cierto que estuvo en Cannes -y de hecho por eso acertádamente se lanzó justo después- pero lo hizo fuera de la competencia oficial y por tanto su presencia apenas hizo ruido.

Yo siempre quiero creer que parte de la magia del cine consiste en que una buena película, pero buena de verdad, esa que enamora a un 95% de los espectadores, sale a flote y triunfa de una forma u otra, como cuando tiramos al mar un corcho. Ojalá sea este el caso de "La soledad" y su potencial público, el que no llegó a tiempo de verla o ni se enteró que la ponían o jamás llegó a su ciudad, tenga una nueva oportunidad de disfrutarla.

El triunfo sorpresivo -aunque no tanto, porque ya había logrado varios premios críticos previos- de la cinta de Rosales opacó al bendito "Orfanato" de Bayona, sin el cual la gala de los Goya de este año hubiese sido de caras largas y poca celebración. Gracias al éxito de esta opera prima los números del cine español no han sido de sonrojo.

La presidenta de la Academia, Angeles González Sinde, hizo un discurso entre poético y reivindicativo, en plan somos los mejores, ladran luego cabalgamos y esas cosas... No es que uno esperara autocrítica, aparte de que pienso que ésta debería sobre todo plantearse en las reuniones de los productores y en los despachos ministeriales. Pero creo que tampoco es bueno caer en el victimismo, en considerarse los mártires de la cultura. La cruda realidad es que muchos espectadores de cine no se sienten casi nunca atraídos por una película española, y al menos parte de culpa deberá recaer en quienes las hicieron y las hacen. Admito que asumirla no es tarea grata ni fácil.

Dejando aparte los comentarios descalificadores con motivaciones ideológicas antigubernamentales y cosas así, sostengo que otras lecturas críticas de la situación del cine nacional -desde luego la mía- vienen de quienes quieren mejorar lo que tienen y desean conservar de la mejor manera posible. No somos enemigos, aunque la señora González Sinde nos quiera unificar a todos. Lo que estamos pidiendo es que dejen de mirarse el ombligo y se pongan a trabajar por buscar soluciones. Ellos (la Academia), los productores, el Ministerio de Cultura... pero lo que no es de recibo es que las películas españolas que obtengan beneficios en salas se cuenten cada año con los dedos de una mano y sigan haciéndose un centenar largo, en buena parte subvencionadas, para que al final sólo las vean cuatro pirados insomnes a las 2 de la mañana en televisión.

Por lo demás, aunque faltaron figuras como Bardem, su novia "Pe" o Almodóvar, los Goya en su 22 edición tuvieron su "glamour" y hasta sorpresas fuera de guión, como lo del pobre Alfredo Landa, quien presa de nervios o emoción padeció graves lagunas mentales y verbales. No merecía esta despedida, pero a la vez quizás nos de una última pincelada de humanidad, de que además del talento que le ha adornado, finalmente no deja de ser un tipo corriente al que le flaquean las piernas y la mente se le pone en blanco cuando tiene un micrófono delante y centenares de personas enfrente mirando.

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