jueves, 24 de abril de 2008

No es festival para españoles

Cannes se alimenta de sí mismo. Un año más figuras que han triunfado en el festival, ya sea en la Sección Oficial o en las paralelas, vuelven a ser convocadas, con escaso espacio para la novedad, al menos en ese apartado rey, cuyos protagonistas suben la escalera del Palais des Festivals sobre una mágica alfombra roja. Este 2008, la cosecha incluye históricos ganadores como Clint Eastwood, los hermanos Dardenne, Wenders, Egoyan, Soderbergh, Walter Salles, Nuri Bilge Ceylan o Lucrecia Martel, y una única opera prima, aunque de un profesional sobradamente conocido como guionista, Charlie Kaufman.

Programar un festival como el de Cannes es a la vez mucho más fácil que la mayoría de los de inferior categoría, porque a todo el mundo le apetece estar allí, y a muchísimos optar a una Palma de Oro. Prácticamente se tiene acceso a todo lo mejor hecho en el mundo en los meses previos. El problema es que sólo una veintena de títulos cabe, y las presiones son numerosas, empezando por las franco-francesas. Luego, las de las coproducciones, los institutos del cine, etc... O sea, que es jodido.

El cine español nunca ha tenido un lobby poderoso. Apenas coproduce con Francia, y ello explica el bajo número de títulos que desde que tengo uso de razón y desde que empecé a visitar ese mítico certamen -hasta hartarme- han competido por las Palmas. Quizás alguno de ustedes piense que además es bastante malo, lo cual no voy a discutir, pero les aseguro que he visto verdaderas cacas encerrado entre las rojas paredes del Palais, junto a algunas buenas películas, claro.

Este año, de nuevo el desierto: ningún director español en los dos apartados principales, la Sección Oficial y Un Certain Regard. Incluso ninguno en la Semana de la Crítica. Habrá por lo que sé al menos uno (catalán) en la Quincena... pero me parece lamentable. No es nacionalismo. Para empezar soy vasco... Simplemente creo que no obedece esta ausencia a criterios de objetividad comparativa. Puede que un año no haya entre 100 películas española una realmente buena y digna de estar allá... ¿Pero un año y otro, y otro? No me parece que el cine italiano sea hoy por hoy mucho mejor que el español... Pues mira, dos películitas nada menos en la S.O. de esta 61 edición.

En Cannes, ahora y antes de que las películas las seleccionara Thierry Fremaux, lo español no cae bien, con la casi única excepción de Almodóvar y algunos inteligentes productores catalanes que se han buscado socios in-situ para colocar sus películas en apartados paralelos. Como consuelo, siempre reviso la documentación, esa letra pequeña en las fichas técnicas de los títulos a concurso, donde aparece que tras un director israelí, argelino, mexicano o taiwanés se esconde un coproductor francés que ha puesto sus euros y ha presionado a quien corresponda para que su peli sea vista con más cariño que las demás. Normalmente más de la mitad, cada año, tienen algún coproductor francés. Por eso siempre digo que Cannes es el Festival Internacional del Film Francés.

viernes, 18 de abril de 2008

El patinazo de Coixet

Me imagino que por mucho ego que pueda tener, en el fondo del alma de Isabel Coixet debe anidar si no el arrepentimiento al menos la duda respecto del acierto de meterse en Hollywood por la puerta falsa de este trabajo "de encargo". Su adaptación de una novela de Philip Roth, "Elegy", llega este fin de semana a las salas españolas dos meses después de ser lanzada con escaso eco en el Festival de Berlín y como primer estreno comercial, incluso antes que en Estados Unidos.

No es que trabajar con guiones ajenos sea malo por definición, incluso para directores con experiencia previa en la escritura. Hay ejemplos de todo lo contrario. Las últimas películas de Cronenberg, por ejemplo, son bastante mejores que la mayoría de las que él mismo escribió. El problema, en este caso, es que el guión de Nicholas Meyer, de quien recuerdo con mucho cariño su "Los pasajeros del tiempo", se queda muy corto, en lo dramático y lo sexual.

"Elegy" es la historia de un veterano profesor que tiene por costumbre seducir cada año a alguna de sus jóvenes alumnas justo al acabar el curso. En la novela original de Roth, "El animal moribundo", se justifica la profunda pasión que surge entre estos dos personajes por el sexo, en unas muy satisfactorias relaciones eróticas. Podemos encontrar referencias recientes a algo parecido en la excelente cinta de Ang Lee "Deseo, peligro", donde otra pareja de sentimientos imposibles se deja arrastrar por un laberinto sexual que acaba en amor ciego.

La diferencia es que Ang Lee pudo imponer su visión y se arriesgó a que -mostrando en pantalla esas intensas relaciones de cama- fuera censurado en China y en Estados Unidos padeciera la "maldita" clasificación "NC-17". Sin embargo, Coixet, quien por cierto en su día aseguró que "Elegy" sí mostraría esas imprescindibles escenas de sexo, posiblemente se topó con una compañía, Lakeshore Ent., que no estaba dispuesta a llegar más allá de la "R" y al final la película se le ha quedado coja. Porque nada explica o justifica el por qué de esa improbable relación de "amour fou" entre una veinteañera y un sesentón, que -a diferencia de previas aventuras del profesor- se convierte en una experiencia pasional y devastadora.

Tampoco ayuda el que las escenas de cama, nada explicitas, sean fotografiadas por Coixet en plan parkinson, como si quisiera de esa temblona manera transmitirnos lo que no le han dejado mostrar. Ojo, no estoy reclamando pornografía. "Deseo, peligro" no es pornográfica. Tampoco lo es, por ejemplo, "Infiel", pero en ambas el espectador puede captar perfectamente que las respectivas atracciones amorosas tienen un evidente origen sexual. "Elegy", aparte de aburrida, es demasiado "light" para resultar creíble. Tampoco hay que echarle toda la culpa a la directora catalana. Los primeros que patinaron fueron los de Lakeshore, que quizás pretendieron hacer más comercial una historia "de autor" (volvemos a pensar en "Deseo, peligro") que desde luego no tiene el menor atractivo para un público juvenil mayoritario. Y puesto que la adaptación de Roth sí podría interesar a una más minoritaria audiencia adulta, por qué no dotarla de alas de libertad suficientes para no desvirtuar el material original. Otros lo hicieron y les funcionó. Me temo que esta "ni chicha ni limoná" firmada por Coixet pasará rápidamente al olvido.

miércoles, 16 de abril de 2008

Una torpe invitación

Torpeza es la palabra que mejor resume, según mi opinión personal, "Todos estamos invitados", la última cinta de Manuel Gutiérrez Aragón, y la primera quizás de un cineasta español de dilatada trayectoria sobre la situación de violencia política en el País Vasco. Estuve en su presentación en Madrid, y agradezco al propio cineasta cántabro una frase que le voy a tomar prestada: "No hay que juzgar a las películas por sus intenciones, sino por sí mismas". Justamente, de eso se trata. Me parece loable que el prestigioso realizador, ex presidente de la poderosa Sociedad General de Autores y ahora de su fundación, se moje para denunciar la sinrazón del terrorismo, lo injustificable del tiro en la nuca a quien piensa diferente y se opone a la lucha de "liberación nacional", pero lo importante es lo que se ve en pantalla, hable de ETA o del efecto mariposa. Y ahí aparecen los problemas.

El primero es un guión que demuestra que trayectoria y fama no siempre coinciden con talento. Sorprende ver a Gutiérrez Aragón y a la actual presidenta de la Academia, Angeles González-Sinde, firmando un texto chapucero, obvio, que choca con la trayectoria de ETA, que convierte a un amnésico en aparente retrasado mental, hace que un habitual asistente a cenas de sociedad gastronómica donostiarra olvide que tiene una la víspera del día del patrón de su ciudad (y despida a su guardaespaldas) y pone a un cura a leer tranquilamente el periódico, sentado en una silla al lado del altar mayor de su iglesia...

Son torpezas dignas de un primerizo, pero no de dos profesionales de prestigio. Da la sensación de que tenían que apañar el asunto deprisa y corriendo y a otra cosa. No le han puesto pasión. No han investigado suficiente. No han cuidado los detalles. Y todo ello, cuando se habla de una realidad tangible, de unas situaciones que no son verdaderas pero pudieran serlo en cualquier momento, resultaba imprescindible.

Oscar Jaenada se esfuerza, pero choca con ese guión empeñado en transformar la confusión mental y posiblemente el dilema moral en un estado que roza la subnormalidad. Coronado es un tipo atractivo que ha conseguido en alguna contada ocasión ("La caja 507" y poco más) interpretar con cierta credibilidad, pero desde mi punto de vista nunca ha sido un buen actor y aquí también anda perdido por el mismo problema de base, su texto.

Finalmente, la realización de Gutiérrez Aragón es rutinaria, plana y de nuevo torpe. Se trataba de cubrir el expediente y punto. Simpatizamos con sus intenciones, pero hay algunas otras aproximaciones a la tragedia vasca con mayores alicientes cinematográficos, como "Yoyes", "Ander eta Yul" o "Días contados".

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