lunes, 23 de noviembre de 2009

Reordenar el panorama festivalero

Dicen que el que paga manda. Ignasi Guardans, dispuesto a racionalizar e imponer criterios coherentes en el uso del dinero público, ha llamado la atención de los festivales de cine españoles y sus organizadores sobre la necesidad de poner orden y -lo que me parece bien importante- impedir la competencia desleal entre certámenes, financiados con fondos oficiales. El director general de Cine contaba lo anterior al diario El País y daba algunas pinceladas de lo que a su modo de ver no era lógico: como que San Sebastián tuviera un mercado y que compitiera como escaparate del cine español (lo que le corresponde según él a Málaga), que algunos ayuntamientos no apoyen suficientemente a sus festivales, fechas solapadas, etc...

Particularmente, en la jungla de festivales, lo que considero más necesario a la hora de aplicar algo de orden es impedir que por el simple hecho de tener más dinero se pueda uno meter a jugar en terrenos que tradicionalmente correspondían a otros. Huelva, el festival iberoamericano con el que estuve vinculado 12 años, y del que fui entre otras cosas director, fue durante muchas ediciones el único bastión del cine producido en América Latina, pero San Sebastián creo "Horizontes latinos" y Málaga, el certamen más "sobrado" de dinero en relación con sus gastos teóricos, también se sacó de la manga un apartado con producciones de esa región.

Podemos cambiar de ciudad y recordar cómo el monopolio del cine premiado en festivales extranjeros que un día fue de la Seminci de Valladolid se lo quitó San Sebastián creando "Perlas de otros festivales", o cómo Sitges acogió títulos ya no del cine fantástico o de terror que fue su divisa original. Sí, los festivales españoles han entrado en evidente competencia entre sí, pero dudo mucho que Guardans con toda su buena voluntad sea capaz de resolver eso, por una razón muy simple, la frase inicial. El Ministerio de Cultura concede aportaciones generosas, sobre todo a los más grandes, pero minoritarias frente a las que dan ayuntamientos y comunidades autónomas, de manera que no manda. Así de simple. Además desde San Sebastián, por ejemplo, le han dicho que eso de llevarse el cine español casi en exclusiva a Málaga ni lo piense, que ellos también quieren tener un mercado, mercadillo más bien, mejor que nada. Y respecto de esto último, la verdad es que tampoco es que Málaga rasque demasiado. El mercado natural del cine español está en donde de verdad se vende, o sea el American Film Market, Toronto y Cannes.

A Guardans lo que le pierde es su vocación de estar en los papeles. Antes o mientras trabaja, y no cuando tiene las cosas ya resueltas, que sería lo oportuno. Ahora ha hablado en un diario, ha cabreado a unos cuantos festivales... y para al final posiblemente no conseguir nada o casi nada. Si no... al tiempo.

sábado, 3 de octubre de 2009

Polanski y la culpa

El revuelo sobre el "Caso Polanski" ha sido importante, y sigue dando noticias a diario desde que el cineasta fue detenido en Zurich a petición de las autoridades judiciales californianas. Muchos de sus colegas -aunque no todos- han salido en su defensa, criticando a los helvéticos por aprovechar la invitación a un festival para arrestarle, y solicitando su perdón.

Siempre he sido enemigo del corporativismo, que es primo hermano de la xenofobia. Lo nuestro es lo bueno y no se puede juzgar con el mismo criterio que lo ajeno. O como dijo aquel político norteamericano gráficamente, "es un hijo de puta, pero es "nuestro" hijo de puta", por lo que merece un trato especial.

En el caso que nos ocupa, no es importante si el tiempo ha pasado y entremedias Polanski ha seguido rodando grandes películas que engrosan la historia del cine. Una de ellas es la oscarizada "El pianista", sobre un caso real relacionado con el holocausto, hecho histórico que lamentablemente Roman Polanski conoció en carne propia. Ni él, ni los judíos, ni todo ciudadano bien nacido puede olvidar, ignorar o perdonar el exterminio de una parte de la raza humana -único calificativo válido para poner delante o detrás de la palabra raza-, por mucho tiempo que haya pasado.

De la misma forma, no importa que Polanski perpetrara su violación de una menor de edad hace más de tres décadas. En EEUU esos crímenes no prescriben, y en el sentido común, tampoco. Es igualmente irrelevante el perdón de la víctima, que si no me equivoco fue indemnizada en su momento.

El realizador franco-polaco ha estado todo este tiempo huyendo de la justicia norteamericana y de un delito asumido -al menos parcialmente- por él mismo. Ello le ha permitido seguir trabajando en el resto del mundo y preservar su libertad, pero el incalificable daño cometido sigue ahí, y no lo puede borrar una estatuilla dorada.

En Francia, cuyas autoridades han respaldado al director, además de la solidaridad de numerosos colegas, una voz discordante, la de Luc Besson, ha recordado que una cosa es la exitosa carrera de Polanski y otra su responsabilidad humana para asumir sus errores. Es evidente que el autor de "Chinatown" no es un violador o un criminal en serie, pero su enajenación de un día, su error, requiere de una reparación, aunque sólo sea con el fin ejemplarizante de demostrar que nadie por el hecho de ser artista deja de ser persona consciente de sus actos.

Puedo entender a quienes le apoyan y piden su indulto. Incluso podría personalmente unirme a ellos una vez que Polanski tenga la valentía de acudir ante el tribunal norteamericano que llevo 32 años esperándole para dictar sentencia, pero su actitud en todo este tiempo ha sido de cobardía y negación de la realidad. El viejo principio del Derecho que asevera que todos somos iguales ante la Ley se debe aplicar también aquí.

En la recta final de su vida, Roman Polanski, persona sensible al sufrimiento como lo ha demostrado en pantalla, debe dejar de negar la realidad y asumir un castigo para su error. Sólo entonces podremos pedir a la Justicia que sea magnánima.

jueves, 25 de junio de 2009

Fiesta del Cine: Manifiestamente mejorable

Aunque hayan tenido un cuarto de siglo para estudiar al detalle el fenómeno en Francia y hacerlo copiado al detalle, el resultado de la española Fiesta del Cine no ha resultado tan positivo como algunos esperábamos y deseábamos. Se dice que ha sido un 31% superior la afluencia respecto del mismo período del año pasado, entre el domingo y el martes de esta semana, con las entradas a un tercio de su precio normal.

Todo lo que sea sumar está muy bien, pero de cara al año que viene habría que aspirar a más, con una campaña manifiestamente mejorable. En primer lugar en tiempo. Nos enteramos tarde. Por supuesto el grueso de la campaña debía desarrollarse en los días inmediatamente previos, pero al tratarse de un evento nuevo que nunca se había convocado antes, le hubiera venido muy bien previas informaciones y una promoción mejor hecha.

Es muy positivo que los tres sectores de la industria del cine se pongan de acuerdo, y no es habitual que ocurra. Ojalá sea sólo el principio de un consenso en beneficio de todos.

Pienso que para obtener mejores resultados podrían haber recurrido a los rostros de los actores y directores más populares para integrarse en esa campaña en lugar de los modelos anónimos que la protagonizaron, y haber realizado el pasado fin de semana algún o algunos actos públicos que reivindicaran el necesario concepto de la "fiesta", la celebración del hecho cinematográfico como una comunión de adictos a la misma religión.

Si esta es la Fiesta del Cine, pues merecía una mejor celebración, quizás también con mayor inversión en dinero y sobre todo en imaginación.

En fin, es la primera vez... y en este país arrancar suele ser lo más difícil. Alex de la Iglesia subrayaba recientemente que la promoción es uno de los puntos débiles del cine español. Aquí tenemos una prueba palpable de lo certeras de sus palabras...

viernes, 5 de junio de 2009

Mi Nochevieja con Kung Fu

Una de las más peculiares despedidas de año de mi vida la compartí con David Carradine. Bueno, con él y cien personas más... Fue la de 1990. Estábamos en Torremolinos, en un festival de cine tan efímero que sólo duró una edición, precisamente aquella. El director del certamen, Luis Mamerto López Tapia, que ahora estará tomando gin-tonics en el cielo de la buena gente, me había encargado dirigir la revista del festival, y allí nos fuimos casi todos los que hacíamos la misma tarea en Huelva. David Carradine era la estrella internacional.

El pobre Mamerto, o quien fuese, había tenido la brillante idea de celebrar el evento a final de año, así que nos tocó comer las uvas en aquel hotel de la Costa del Sol, y allí estaba él, con su alta y rubicunda esposa. Conocer en persona a Kung Fu fue algo muy especial para mí, que había forjado mi pacifismo en las enseñanzas del maestro del "Pequeño saltamontes". O sea que era un adolescente cuando pusieron la serie en la tele única del Caudillo.

Y es que a Carradine todos en mi degeneración le llamábamos Kung Fu, aunque ese no fuera el nombre de su personaje, sino el de la propia serie. En persona, era un tipo alto (su mujer igual), bastante más relleno en aquel momento que en sus últimos años, que bebía como un secante. Imagínense a que velocidad corrían los rumores entre los que trabajábamos en el festival sobre los cargamentos de vodka que consumían él y su señora. No obstante, como muchos bebedores profesionales, sabía mantener la compostura. Le recuerdo yendo a descargar la vejiga y sabiéndose observado por todos nos sonreía y hacía un signo con el pulgar, como diciendo "todo está OK".

No he podido dejar de pensar en aquel día y aquel festival, este jueves en el que hemos conocido la noticia de que el actor norteamericano pasó a mejor vida, al parecer por su propia mano. Como bien me recordaba mi compañero y sin embargo amigo Manolín Bellido, que ha estado revisando las imágenes que grabó aquel año para la cadena en la que sigue trabajando, muchos de los protagonistas de aquel certamen de hace casi 20 años ya no están en este valle de lágrimas: Ni Jean Negulesco, que ya estaba muy mayor entonces, ni Peter Viertel, guionista de "La reina de Africa" -ambos residentes en la costa malagueña-, ni tampoco Mamerto, al que aquel festival se le fue de las manos y de presupuesto. Ellos y David Carradine se han vuelto a reunir ahora en el Olimpo de la gente que fue feliz haciendo cine y regalando sus sueños al resto de la humanidad.

sábado, 30 de mayo de 2009

Un buen presidente

No se si algún día Alex de la Iglesia se arrepentirá de haber tomado la decisión de presentarse a presidente de la Academia de Cine española. No olvidemos que el cargo exige dedicación intensa y no tiene ninguna remuneración, motivos por los cuales en casi toda su historia ha habido escasa candidaturas, casi siempre únicas, como ocurre ahora con la del cineasta vasco.

Tuve la oportunidad de charlar hace poco con Alex, a quien conozco desde que estrenó su primera película, "Accion mutante". Si se han tomado la molestia de leer mis reflexiones sabrán que mi visión es bastante crítica respecto del cine español como industria, pero reconozco que el autor de "El día de la bestia" tiene argumentos convincentes y sobre todo mucho espíritu de lucha, ganas de defender a los suyos y de cambiar el espíritu funcionarial que adorna a algunos de sus colegas.

Coincidimos mi compatriota y yo en que el cine español no tiene buena promoción, y que hay que trabajar en ese campo. El lo sabe bien por experiencia propia. A diferencia de algunos de sus predecesores, Alex tiene la doble experiencia de creador y de productor. Sabe lo que es jugarse su propio dinero y sobre todo tiene claro que el público es el que manda, y al que en ningún caso se debe culpabilizar de todos los males del cine español.

Es también una persona que ha meditado mucho sobre el asunto, que comunica bien, que maneja buenos argumentos y evita el dogmatismo y -en este caso muy meritoriamente- el victimismo.

Si todos los directores nacionales tuvieran su misma óptica y su nivel de riesgo, estoy convencido que la cosa iría mejor y se superaría la cuota de mercado de nuestro cine.

Tengo dificultades en creer que el ímpetu de un solo hombre, sin dudar un segundo de que De la Iglesia lo tiene a raudales, puede cambiar el panorama de toda una industria, sobre todo considerando que la Academia no es la Dirección General de Cine o el Ministerio de Cultura, ni siquiera es la FAPAE, o sea la Federación de Productores. Su margen de maniobra es escaso. Pero... es hermoso soñar, la ilusión nos engrandece y el positivismo puede llevarnos más lejos que una depresiva negatividad.

Alex me decía que era muy importante nuestra colaboración, la de los medios. En eso puedo tener la conciencia tranquila porque desde hace muchos años desde una modesta y pequeña trinchera estamos luchando para dar a conocer no sólo el cine español, sino también todo el que se hace en nuestro idioma.

Valoro también que el cineasta vasco no llegue como su predecesora echandole la culpa a los que se bajan películas (aunque asuma el daño que hacen), o sea responsabilizando a cualquiera o a cualquier cosa menos a la falta de calidad de muchas películas nacionales. Viene con ganas de pelea, de defender a unas profesiones que -como me decía- dan de comer a muchas familias, y en esa lucha nos tendrá de su lado, simplemente porque siempre hemos sentido esos mismos colores, valga el simil deportivo.

Es una cruzada de David contra muchos Goliats, pero por suerte seguimos siendo independientes y no dependemos de ningún grupo mediático o económico con intereses en promocionar únicamente a Hollywood, así que desde aquí animamos a Alex de la Iglesia y nos enrolamos en sus filas. No se si existen los hombres providenciales, pero los que demostraron serlo cambiaron la Historia, y mientras la divisa sea mejorar al cine español, puede contar con nosotros.

sábado, 23 de mayo de 2009

Caerse del guindo

Puede que los productores españoles, por fín, se hayan caído del guindo. En declaraciones a El País, el presidente de la FAPAE, Pedro Péréz, ha reconocido que se hacen demasiadas películas en España y que "El cine que producimos no conecta con el que quiere la gente. Eso es incuestionable". Una vez constatada la situación, sólo nos queda esperar a que nos digan si se van a poner a resolver los problemas o seguirán recibiendo sus subvenciones sin mover un dedo.

Hasta ahora, la culpa la tenía internet y esos delincuentes que se bajan películas, películas españolas, y en consecuencia no van al cine. Si creen que esta explicación -publicitada en su momento por la actual ministra de Cultura y antes presidenta de la Academia del Cine, Angeles González-Sinde- es divertida, anoten la nueva de Pérez, que coloca segunda en ranking después de la autocrítica del párrafo anterior (que el cine español no conecta): "Durante años ha habido una campaña de un grupo de comunicación para denigrar el cine español como forma de criticar a alguno de sus protagonistas porque sus opiniones -como ciudadanos, no como cineastas- no le gustaban. Y esa campaña ha calado".

O sea, que la gente no va a ver películas españolas porque determinado grupo mediático lo ha maldecido... Tremendo. Podríamos organizar un concurso para seguir encontrando responsabilidades peregrinas del fracaso comercial de la mayoría del cine nacional, pero no creo que lográramos mejorar las convicciones de González-Sinde o Pérez.

El problema es que los hechos recientes desmienten a ambos. "Fuga de cerebros", comedia de posiblemente cuestionable calidad, está arrasando, como también han funcionado bien "Mentiras y gordas" o la última de Almodóvar. De manera que ciertas películas aciertan, "conectan"...

El problema es que buenas, malas o regulares, muchas de las películas españolas se hacen con dinero público, gracias a las subvenciones (el aumento del presupuesto en este apartado ha conllevado un desaforado crecimiento de las producciones), y no pocas (dicen que alrededor de 40 el año pasado) no las ven ni el primo del productor.

Este es un país libre donde rige la libre empresa. Quien quiera monta una productora y hace una película. O la hace sin productora o con la de otro. Pero otro gallo nos cantaría si no existiera el papá Estado para financiar la creatividad cinematográfica nacional. No seré yo quien se oponga a las ayudas, que deben existir puesto que en la distribución y exhibición las multinacionales de Hollywood tienen una notable ventaja, pero creo firmemente que hay que racionalizar el sistema y corregir los errores que ya hasta la FAPAE detecta.

La Administración debe fiscalizar los presupuestos, asegurarse que no hay fraude en la petición y cuantía de las subvenciones, que las películas financiadas con dinero público se estrenan como exige la Ley, y -desde mi punto de vista- invertir más en los demás sectores de la industria, en la distribución (con especial dedicación a la promoción y marketing) y la exhibición, y no tanto en la producción. De poco sirve tener un catálogo anual de películas pagadas por el erario público si nadie las ve, ni siquiera en las teles, de madrugada.

Como uno en el fondo es optimista... el mea culpa de Pérez y la candidatura de un hombre que tiene claro cómo hacer películas que interesen, Alex de la Iglesia, a la presidencia de la Academia, me hacen pensar que quizás los profesionales del cine han asumido que esto no funciona y acaben encontrando soluciones. Ojalá.

jueves, 9 de abril de 2009

Todo el mundo merece una oportunidad


Supongo que todos o casi nos sorprendimos tras el nombramiento de Angeles González-Sinde como ministra de Cultura. Yo lo interpreto como un claro mensaje a un mundo del cine español institucionalizado bastante molesto con la actitud gubernamental, que no ha desarrollado la Ley de Cine y que como el resto de los sectores económicos está sufriendo la falta de liquidez y la cicatería de los bancos.

Es cierto que la guionista y directora ha sido cláramente beligerante contra los intercambios de material audiovisual en internet, incluso más que contra el "top manta", o sea la verdadera piratería. Lamento no coincidir con ella. Tengo claro que esas descargas "ilegales" (que yo sepa el intercambio privado no sólo no está penado por la ley sino que incluso nos cobran un canon digital descarguemos o no en discos duros, teléfonos móviles o simples discos vírgenes) puestos a perjudicar lo hacen mucho más al cine de Hollywood que al español, por la sencilla razón de que interesa más, hecho que soy el primero en lamentar. Pero bueno, si doña Angeles opina que la gente ve en internet mucho más cine nacional que a Batmans e Indianas Jones, es muy dueña...

Lo cierto es que el cine español precisa reformas y replanteamientos, y hay más posibilidades que estos ocurran con una ministra "del ramo". Por tanto González-Sinde merece su oportunidad. Hay que dejarla trabajar y al cabo del tiempo ya analizaremos qué hizo o qué dejó de hacer.

Unas cifras que he visto comentadas me preocupan seriamente. El presupuesto del ICAA, o sea el Instituto del Cine dependiente de su departamento, por sí solo, es de 80 millones de euros, de los cuales imagino que la gran mayoría es para subvenciones y ayudas varias. Frente a esta cifra, el año pasado -según la web del mismo Ministerio- las películas españolas estrenadas dejaron en taquilla poco más de 81 millones. De ellos, no lo olvidemos, al menos la mitad se los quedan los distribuidores y exhibidores, por lo que alrededor de 40 revierten en los productores. A pesar de ser "de letras" y sin contar con las demás subvenciones autonómicas y las inversiones de las televisiones, por un lado, y las posibles ventas internacionales o los rendimientos del mercado videográfico, resulta que el cine español cuesta mucho al erario público y es cláramente un negocio ruinoso.

No coincido con quienes creen que debería dejarse al albur puramente del mercado y que hacer películas es igual que fabricar coches o cultivar tomates. Es una actividad cultural, cuyo valor excede el puramente económico y tiene que ver con la imagen del país en el exterior. Pero sí que creo que debe reordenarse en favor de su comercialidad. No es de recibo producir más de 160 películas al año y que la aplastante mayoría pierda dinero a espuertas. Tampoco entiendo como un productor puede hacer una cinta tras otra sin suficientes espectadores y siga haciéndolo tan feliz. Me suena inevitáblemente a funcionariado.

No creo que se deba generalizar y que hay quien sí se esfuerza por sintonizar con el público. Esos son quienes deberían en mayor medida ser apoyados, aunque también algo tendría que quedar para películas más arriesgadas. Entiendo que todo esto es complicado, pero no la única preocupación que trasciende parece ser por la piratería y las descargas de internet. Nadie se plantea en qué nos equivocamos, sino quién -fuera del chiringuito del cine- tiene la culpa y de qué manera podemos pillar más dinero público o privado (vía exenciones fiscales, que al final sigue siendo dinero de todos) para seguir haciendo películas que no interesan y que con frecuencia ni siquiera se estrenan. Dejen de tirar balones fuera y jueguen de verdad al fútbol, o si no es posible, al menos a las canicas.

lunes, 16 de febrero de 2009

París bien vale un disgusto

La primera vez que ví a Salma en una pantalla creo que fue en un episodio de la serie de TV "Sigue soñando", y en persona un frío día de febrero de 1995 en el hotel Palace de Berlín. En aquella rueda de prensa, correspondiente a la cinta mexicana "El callejón de los milagros", que concursaba por el Oso de Oro, Salma lucía un traje blanco bordado de vivos colores, que me contó era el de las indígenas de su zona natal, en Veracruz.

Al día siguiente quedé con ella justo al lado, en esa misma plaza donde se conserva parte de la iglesia del Kaiser Guillermo, lo que quedó de los bombardeos aliados sobre la capital del Reich. llegó embutida en un espeso abrigo de piel. Fue la primera entrevista que mantenía con un medio español. Creo que la publiqué en Cambio 16. Me costó convencer al redactor jefe, diciéndole que acababa de trabajar con "nuestro" Antonio Banderas en "Desperado", aún inédita, y que sin duda iba directa al estrellato. Por una vez en la vida no me equivocaba...

Pasamos un buen rato, allí mismo, al aire gélido berlinés, en un banco. Le hice algunas fotos y le aconsejé que no llevara en público ese abrigo, que no era politicamente correcto en tiempos ecologistas lucir la piel de un animal. Nunca más he vuelto a verla con algo parecido. Quizás me hizo caso...

A la noche, Salma me invitó a acompañarla a la residencia del consul de México (por entonces Berlín no era aún la capital federal alemana) y allí fuimos un rato, para después acudir a una fiesta en una discoteca, donde se encontró con Robert Rodríguez y en buena lógica se olvidó de mí para acudir a la zona vip donde él estaba y este modesto reportero no tenía acceso... Pero bueno, al menos contaré a mis nietos si alguna vez existen que yo salí una noche en Berlín con la luego rutilante estrella y exitosa empresaria.

Este lunes me ha cortado la digestión la noticia de que la bella y deslumbrante pequeña mexicana se casó con uno de los tipos más ricos del mundo en París, el sábado pasado. Me acordé cuando un día en Cannes me la encontré en el hall del hotel Martínez y me presentó a un actor -del que poco se supo más tarde- y me lo presentó como su novio. Quiero decir que no es la primera vez que me rompe el corazón...

Siempre he sido buen perdedor -será la costumbre- y en el fondo del corazón tranquiliza mucho que se haya casado con un tipo refinado y creso, porque contra él no había forma de competir. ¡Enhorabuena y muchas felicidades, Salma!

lunes, 2 de febrero de 2009

El top-manta del ombliguismo

Cuando oía -por aquello de informar antes no ví la gala diferida por televisión, sino que escuché la retransmisión directa de la radio- los Goya del pasado domingo, no puede evitar unas sonrisas cada vez que sus señorías académicas se quejaban de las descargas por internet y del "top-manta". Suerte la que tienen los profesionales del cine español. Durante años han elegido cabezas de turco, chivos expiatorios, culpables de todos sus males... por supuesto siempre gente absolutamente ajena a su mundillo de creadores tocados por la mágica mano del talento insobornable.

Que si la culpa la tienen los americanos, los exhibidores, las multinacionales, el gobierno que da poco dinero, la prensa de derechas que denigra a actores y cineastas... cualquiera ha valido para justificar las generalmente malas cifras de taquilla, los descalabros comerciales y en una palabra el desinterés de la audiencia por sus películas, muchas, quizás demasiadas para lo que el mercado actual puede absorver.

Ahora, hay un nuevo "malo de la película"... y no es otro que usted, estimado lector, en caso de que se descargue alguna película de internet.

Vamos a ser serios, estilizada Angeles González-Sinde y resto de respetados académicos. ¿De veras creen ustedes que son muchos los españoles que se han bajado de internet o han comprado en un "top-manta" callejero o suburbano las 170 películas españolas producidas el año pasado? Me da a mí que lo que esos consumidores de "piratería" lo que quieren ver es a Batman, Benjamin Button, Indiana Jones o Iron man, no cine español... Como mucho quizás algunao/ haya buscado "Vicky Cristina Barcelona" o "Los crímenes de Oxford", películas que -mire usted por donde- sí han dejado dinero más o menos suficiente en taquilla. Como lo han hecho -pero en plan más bestia- Batman, Iron Man, Indiana y toda su parentela.

Dejen ya por favor de tirar balones fuera y pregúntense si parte de la culpa de la escasa afluencia al cine para ver películas nacionales no la tendrán ustedes, un ustedes amplio que incluye a guionistas, directores, productores, distribuidores, promocionadores...

No seré yo como ustedes, que son tan radicales y generalistas en sus juicios. Lejos de mi sentimiento personal la idea de que todos ustedes son unos negados. Hay buen cine español, sin duda. No son culpables como colectivo, pero alguien tendrá algo de culpa... Fíjense por ejemplo en mi maldita "Sólo quiero caminar": No sería por falta de salas. Se estrenó en 300... y fueron cuatro gatos, de los cuales tres salieron echando pestes.

Todos tenemos una tendencia natural al corporativismo y a decir que el infierno son los otros, nunca los nuestros, pero el único hecho cierto es que la inmensa mayoría de las películas españolas sólo son posibles gracias a las subvenciones. De no existir éstas, en menos de un lustro no pasarían de un par de docenas los títulos anuales que se producirían.

Asumo que las ayudas oficiales deben existir porque sin ellas, como digo, el cine español se iría al carajo, y es un valor cultural e identitario necesario, pero -por favor- dejen ya de quejarse del resto de la humanidad y empiecen a ponerse las pilas, y los que lo hacen bien, que son muchos, exijan a los que escriben, producen, promocionan o distribuyen, que hagan mejor su trabajo, que nos seduzcan con sus obras y que se esfuercen en llenar los cines, no en demonizar al internauta.
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