lunes, 20 de septiembre de 2010

Engaño, broma o mentira

Con pocos días de diferencia, los periodistas nos hemos visto reflejados en el espejo con cara de tontos, comprobando lo fácil que es que nos tomen el pelo. Por un lado el famoso embarazo de Penélope Cruz, y por el otro el montaje de Joaquin Phoenix y su cuñado Casey Affleck, dos casos distintos de engaños, nos han cambiado el paso.

Lo de "Pe" -no se si compararlo- no es una broma, sino una mentira. Todos los personajes famosos están expuestos permanentemente a los focos. Forma parte de la cruz de su moneda, cuya cara es el éxito, la fama y el dinero. Como profesional de la prensa, siempre he pensado que están en su derecho de callar todo lo que consideren privado, igual que el resto de los mortales. Un embarazo no es algo que se pueda ocultar muchos meses ni algo de lo una deba arrepentirse. Entonces, ¿por qué decir que no, pedir a sus próximos, amigos y representantes, que digan que no, cuando tarde o temprano se iba a revelar la circunferencia del engaño?

La hipótesis más plausible (algún día sobremos el motivo de lo que ha sido visiblemente un error) es que determinada cuestión contractual o de seguros relacionada con el rodaje de su película actual, la cuarta entrega de "Piratas del Caribe", esté detrás del desaguisado. De acuerdo, era mejor que nadie se enterara hasta el final de la filmación, pero... ¿Por qué mentir? ¿Por qué decir que no había tal embarazo para dos meses después reconocer que sí, y que además es de cuatro meses y medio? Si ha sido la propia Cruz la que dió instrucciones a su agencia de representación, Kuranda, para que desmintiera su estado de buena esperanza, no le ha hecho un gran favor. ¿Ahora quién va a estar seguro que un comunicado de esa entidad relativo a cualquiera de sus clientes debe ser tomado como verdadero... Sabiendo que en dos meses puede ser rectificado y lo que antes era blanco luego puede devenir negro?

Asumimos que había que silenciar el embarazo. De acuerdo, pero lo lógico no es decir que no, sino callar. Ni se confirma ni se desmiente... Ese ha sido el error, mentir a los medios de comunicación, los cotillas y los serios, que han tratado el asunto.

Lo de los amiguetes Phoenix y Affleck sí ha sido una estafa, una inocentada bien orquestada, aunque los motivos no estén muy claros tampoco y pueden ir más allá de hacer unas risas. Parece que ambos querían invitar a una reflexión sobre la fama y sus costos, e idearon una paulina caída del caballo de Joaquin Phoenix, dispuesto a dejar el cine para dedicarse al "hip hop". Muchos tragamos. Al fin y al cabo constaba que el señor tenía cierta idea previa de música. Si ese cambio de tercio iba acompañado de una aparente pendiente autodestructiva... bueno, otros la emprenden manteniendo su empleo. Ocurre en las mejores familias.

En realidad, Phoenix y su cuñado Casey Affleck lo que pretendían era hacer un documental, un falso documental, que como su realizador dijo, fuera "el papel de su vida" para el protagonista, o sea el actor transmutado en rapero. No se trataba sólo de ofrecer un retrato inventado y de reflexionar sobre el precio del éxito, sino de venderlo. Para ello, había que vender que todo era auténtico, incluídas entrevistas con los medios mintiendo descaradamente. Vale, era una broma, pero no deja de ser una mentira. Y si como se ha insinuado, pretendían callarla hasta que la cinta fuese comprada por distribuidores internacionales en Venecia y Toronto, es una estafa. Salvo que los compradores estuvieran también en el ajo y fuese advertidos que el "documental" no era sino purita ficción.

Los periodistas mentimos mucho, todos lo dicen, pero es evidente que ya no somos los únicos.

domingo, 14 de febrero de 2010

Claroscuros del cine iberoamericano: Argentina no está sola

En un artículo de opinión publicado este domingo por La Nación, Pablo Sirvén abunda en los resultados del cine argentino durante el pasado año, en el que el gran éxito de una gran película, "El secreto de sus ojos", candidata al Oscar y al Goya, y millonaria en recaudación, no logra ocultar decenas de fracasos, que quizás ya lo eran antes de llegar a las salas, por su nula ambición de convocar espectadores, deficiente promoción y distribución paupérrima. El caso no es único, se repite en el resto de los más importantes mercados iberoamericanos en producción: España, México o Brasil.

Las cifras que recuerda Sirvén son éstas: El film de Campanella lleva en la Argentina 2.400.000 espectadores, y ha captado por sí sola el 45 por ciento de los espectadores del cine nacional en 2009. Contando con la cinta que protagonizaron Darín, Villamil y Francella, se estrenaron 85 películas, de las que sólo 20 superaron las 10.000 entradas vendidas. Y el resto, 65, quedaron por debajo.

En opinión del columnista, "todo este caprichoso desbarajuste de números, en el que muy pocos ganan y muchos pierden, se debe a una política oficial que durante años demagógicamente financió proyectos sin destino, películas de principiantes o de elitistas pretenciosos a los que los tiene sin cuidado si el público va a verlos o no, total ya tienen sus gastos cubiertos y viven del torrente de billetes que expele el INCAA, cuyo presupuesto asciende a 250 millones de pesos".

Añade Sirvén que la actual responsable del Instituto de Cine argentino, Liliana Mazure, la situación parece reconducirse, aunque aún queda lejos la adopción de un concepto "industrial", que fomente la existencia de películas buenas y comerciales, como la citada "El secreto de sus ojos". Y concluye: "Hay varios caminos que la producción local puede intentar para reconciliarse con su público. Las cartas empiezan tímidamente a jugar a favor para hacerlo. En 2008, gracias, a "Un novio para mi mujer", y el año pasado, en virtud del éxito de "El secreto de sus ojos", mucha más gente vio cine argentino. Insistir y profundizar por este lado, mal que les pese a unos pocos, es el único y lógico camino a seguir".

Situaciones similares las hemos vivido en los últimos años en España, México y Brasil: Demasiadas cintas que se hacen única y exclusivamente gracias a dinero público, y que en el mejor de los casos van a algunos festivales, y con premios o sin ellos, se estrenan tarde y mal. ¿Por qué? Pues la única respuesta que se me ocurre es que en una gran mayoría de los casos son cintas que se hacen pensando más en la autosatisfacción de sus autores que en la del público. Es cierto que no juegan en un mercado libre, sino cautivo de las multinacionales americanas, que acaparan la mayor cantidad de pantallas, pero no creo equivocarme en que no hace falta hacer una superproducción para tocar la fibra sensible del espectador. Basta con al menos intentar brindarle algo que le entretenga, le seduzca, le provoque...

Pero eso es casi un planteamiento filosófico de base, y muchos cineastas, especialmente los jovenes, no ven mucho más allá de su propio ego o su "autoría", si prefieren un término menos ofensivo y más cotizado. El resultado ahí está: Un dinero de todos invertido en films efímeros que casi nadie ve.

En primera instancia, la responsabilidad es de los productores, que no pueden o no quieren plantear su película como un productor, cultural sin duda, pero producto, que hay que cuidar desde la preproducción, promocionándolo, destacando sus virtudes, en primer lugar para interesar a los distribuidores. Estos quieren ganar dinero, algo que para nada es deshonroso, puesto que toda empresa se crea con ese fin: una rentabilidad que le permita subsistir.

Pero, por supuesto la materia prima es la película, la historia, los actores... Hay que ser exigente a la hora de crear, exigente con uno mismo, de cara al destinatario final, el público. Siempre he pensado que una buena cinta acaba sintonizando con su audiencia. Estoy seguro que usted, amig@ aficionad@ ha visto con frecuencia una película de la que ha pensado que jamás, siendo productor, hubiera querido hacer, porque no interesa a casi nadie. El problema surge cuando el "papá" Estado es el que paga la película, pero justo la película, ni una buena promoción, ni hace nada para facilitar su distribución y menos su exhibición. El resultado final lo vemos en muchos de nuestros países: celuloide pronto olvidado.

La situación se esta volviendo insostenible, y de ahí que en Argentina o España se empiecen a tomar medidas para promover cintas comercialmente viables y evitar el despilfarro. Pero aún queda mucho camino por recorrer, y los primeros pasos los deben dar los propios cineastas.

domingo, 7 de febrero de 2010

Nuevos motivos de sano orgullo

En medio de tanta crisis hay que aprovechar el menor resquicio para la esperanza. Muchas cosas van mal, pero en lo que al cine iberoamericano se refiere, estamos en un gran momento. Me puedo referir a esa nueva edición de los Oscars en la que una actriz española, Penélope Cruz, dos películas coproducidas por países de nuestra área cultural y un corto animado en 3D optan a estatuilla, pero también al palmarés de Sundance, en el que por segundo año consecutivo títulos latinoamericanos han acaparado premios, en liza con cintas de todo el mundo.

Dos alegrías en menos de un mes, y una prueba más que nuestro cine nunca ha sido tan bueno y que la marginación que hemos sufrido en algunos otros festivales y mercados es tan injusta como estúpida.

De estos éxitos recientes, me quedó con dos detalles importantes. El primero es que al Oscar extranjero se presentaban producciones de 65 países, entre ellas 12 iberoamericanas, y que en una selección final de cinco títulos han quedado dos hablados en español: "La teta asustada" y "El secreto de sus ojos", cintas que -anoten de paso- no sólo han acaparado buenas críticas y premios, sino que han sido grandes éxitos comerciales en sus respectivos países de origen.

La Academia española se equivocó democraticamente al elegir a Trueba y su "Baile de la Victoria" en lugar de respaldar a "Los abrazos rotos", de Pedro Almodóvar, quien con independencia de la comparación cualitativa (a cada cual sus gustos...) era evidentemente una mucho mejor candidata, con mayores posibilidades de nominación y premio. Imagino que bastantes académicos votaron no con este objetivo que acabo de citar, sino para saciar sus fobias personales. Allá ellos. El film de Trueba ni siquiera pasó la primera criba. Si "Los abrazos rotos", que recordemos ha sido elegido entre los mejores films en lengua no inglesa en los Globos de Oro y los BAFTA, hubiera representado a España quizás ahora hablaríamos de tres candidatos latinos...

Valdivia (dcha.) junto al elenco de 'Zona sur'También me parece destacable que por segundo año consecutivo el cine iberoamericano haya brillado en Sundance, dentro de su competición internacional. Nada menos que tres títulos en el palmarés final, con una diversidad además de recompensas artísticas y técnicas. Primero un premio del público para la coproducción peruano-colombiana "Contracorriente" que demuestra que podemos ser comerciales, otros dos de realización y guión para Juan Carlos Valdivia por su boliviana "Zona sur", que avala nuestros valores creativos, y finalmente el de fotografía para la argentina "El hombre de al lado", que habla de un virtuosismo también técnico. En definitiva, que frente a otras cinematografías del mundo, se compite y se gana. Que tomen nota en Cannes u otros foros donde tienen una percepción del cine latino que no ha cambiado en tres décadas.

Ojalá todo esto sirva para convencer a los reticentes de la necesidad de estrechar lazos entre los diferentes países y apoyar la circulación de nuestras películas en todo su amplio mercado natural, que es el de la lengua española, si es necesario creando circuitos paralelos a los comerciales, que todos sabemos a qué intereses responden.
Google