sábado, 17 de mayo de 2008

Quien de su mano muere...

El Festival de Sevilla, especializado en cine europeo, ha quedado descabezado. Su fundador, Manuel Grosso, ha visto esta semana aceptada su dimisión, un gesto no precisamente voluntario, sino consecuencia de la imposición por parte del Ayuntamiento de la capital hispalense de un modelo de gestión que recortaba claramente las funciones del fundador del certamen. El año pasado, la Andalucía Film Commission, que dirige Carlos Rosado, se ocupó de buena parte de su organización, y a principios de este año el mismo organismo se hizo con el control de otro festival de la región, el de Islantilla, del que hoy Rosado es director, convirtiéndolo en un certamen fundamentalmente de televisión.

Sevilla, en sus cuatro años de existencia, ha sobresalido como el más exitoso de los certámenes de reciente creación en España. Vino a llenar un hueco y logró un notable prestigio continental, unido a un suceso más que importante entre el público local que llenaba las salas para ver películas que difícilmente entran en los circuitos comerciales. En gran medida ha sido Grosso, con sus relaciones y su visión, el diseñador de este éxito.

Trabajé a sus órdenes como jefe de prensa en la segunda edición y programador en la tercera. Renuncié al puesto antes de la cuarta porque me interesó ampliar horizontes y trabajar para otros festivales de América Latina una parte del año. Intenté compatibilizarlo, pero no pudo ser...

El Ayuntamiento de Sevilla, mareando la perdiz, cedió a la sed de poder de la Andalucía Film Commission y de su responsable, cediéndole la gestión del festival. No puede decirse que ésta haya sido brillante: facturas sin pagar, oficina cerrada desde enero y contratos del personal no renovados. Todo ello complica mucho el mantenimiento del nivel alcanzado cuando faltan menos de seis meses para la celebración de la próxima edición.

La pregunta es obvia: ¿Qué pinta una Film Commission en este circo? Para quien no sepa qué es una institución de este tipo, he aquí una definición extraída de la web de la madrileña: "Una Film Commission es una entidad destinada a facilitar a los productores audiovisuales nacionales e internacionales toda la información que precisen para la realización de rodajes en un determinado lugar. Promociona con su trabajo la industria audiovisual y la propia zona en la que opera".

La andaluza, a pesar de que su actuación práctica supere visiblemente esos objetivos, no difiere mucho en cuanto a declaraciones. Así, en su web oficial cita tres finalidades: Promover Andalucía en el mundo como localización idónea para rodaje de producciones audiovisuales; Promover el sector audiovisual andaluz en el ámbito nacional e internacional; Agilizar la ejecución de los rodajes y auxiliar a las productoras en las posibilidades logísticas de Andalucía.

Por si quedaba alguna duda, basta con visitar la web de Association of Film Commissioners International (AFCI), donde nuevamente encontramos como finalidad de estas instituciones "asisitir a la producción de películas, televisión y vídeo a través del mundo".

¿Qué tiene pues que ver un festival de cine europeo y otro de Televisión en la promoción de los rodajes? Poco o nada... pero el hecho es que las ambiciones de poder del señor Rosado no conocen límite y mucho menos se dan por satisfechas con la verdadera función que tiene una Film Commission.

En buena lógica, Manuel Grosso, avalado por sus resultados, quiso garantizar el futuro del festival con la creación de una fundación o patronato que como ocurre con otros certámenes españoles mantuviera su autonomía. No se lo permitieron y le obligaron a dimitir.

Mucho me temo que a pesar de que ahora nombren a otro director, será Rosado y su Film Commission quienes lo controlen y -ojalá me equivoque- el prestigio que el Festival de Sevilla alcanzó se diluya. Es una pena, pero los políticos, para bien o para mal, mandan y deciden.

lunes, 5 de mayo de 2008

Nostalgia del meteórico blanco y negro

Estética, técnica y sobre todo cromáticamente apabullante, pero dramáticamente infantil, es la nueva película de los hermanos Wachowski, "Speed racer", que verá la luz de los proyectores comerciales este próximo fin de semana en medio mundo.

Había leído que la cinta tenía algo que ver con una serie de dibujos animados que solía contemplar de niño (hablo de los lejanos años 60, a finales de la década), "Meteoro" y de la que recuerdo los escalofríos que me entraban cuando un enemigo del protagonista decía con voz de ultratumba "Melange todavía vive". También -estos pasados días- me leí las críticas de Variety y Hollywood Reporter, que coinciden en mucho con mi apreciativo párrafo inicial. Mucho ruido para una nuez hueca.

De entrada me sorprenden muchas cosas. Primero el por qué a estas alturas de la película del siglo XXI Hollywood se interesa por un personaje del que creo que casi todo el mundo se ha olvidado. Al menos por estos lares europeos. Quiero decir que nada que ver con otros personajes tipo Bugs Bunny, los Picapiedra o los superhéroes de la Marvel que queramos o no han sobrevivido con reediciones o nuevas aventuras hasta el presente. Tampoco entiendo qué pintan en este circo los Wachowski, salvo que tras "Matrix" hayan quedado a cero de ideas y se hayan metido en este berenjenal para jugar y volver a llenar sus arcas monetarias.

Y es que sin que me parezcan obras maestras, las pelis de Neo y compañía, tenían infinitas pretensiones y no desdeñables resultados comparadas con este cuentecito infantil, que ni siquiera puede decirse que vaya dirigido a adolescentes, sino claramente a niños, tal vez enganchados de los videojuegos de coches, pero niños al fin y al cabo.

Porque el guión, que ha pasado por tropecientas manos, incluidas las de los propios Wachowski, es de una falta de originalidad supina. Se resume en un muchacho que desde niño ha vivido por motivos familiares una adicción por la velocidad y las carreras de coches, a las que se dedican su padre y hermano, y ya de mayor, tras la oferta de un magnate que parece vestido por Agatha Ruiz de la Prada para fichar por su escudería, corre para desenmascarar sus corruptos manejos. No hace falta que les diga como acaba la fiesta.

Yo no iba engañado. Ya digo que había leído los comentarios de los colegas yanquis, pero pensaba que me enfrentaría, como tantas otras veces, al típico producto "made in USA" lujosamente empaquetado de efectos especiales, CGI... en fín, el típico espectáculo. Pero no, "Speed racer" es visualmente agresiva. Me pasé las más de dos desesperantes horas rogando que el proyector se jodiera y tanteando las butacas colindantes en una búsqueda refleja del mando a distancia, para bajarle el color, saturado no, saturadísimo durante todo el metraje. Cómo echaba de menos aquella tele en blanco y negro donde veía "Meteoro" sin estas estridencias cromáticas.

Se supone que han querido darle un "look" de videojuego en las antípodas no sólo del realismo, sino incluso de las leyes de la gravedad, lo cual contribuye aún más a no creerte nada. Y eso, apenas a los 10 minutos, cuando aún quedaban dos horas para el "The end".

Finalmente, sigo sorprendido de la capacidad de selección que tienen actores que personalmente admiro, como Susan Sarandon, John Goodman y Christina Ricci, quienes no creo necesiten este tipo de trabajos "alimenticios" por muy bien pagados que estén.

Me niego a aceptar que los comics o los dibujos animados, por simples que sean, deben ser reinventados en encefalograma plano. Hay más que estimables o al menos entretenidas adaptaciones, como la muy reciente "Iron man", donde claro que hay buena parte de lo que aquí encontramos, pero la pirotecnia arropa verdaderas historias, no boberías de jardín de infancia. Un auténtico peñazo del que hay que huir, a la velocidad de un meteoro...

viernes, 2 de mayo de 2008

Desaparecida Martha


¿Qué habrás hecho, querida Martha, para merecer ese castigo, esa marginación? ¿Será por "sudaca", por mujer o por rebelde? Te he buscado y no te he encontrado. Bueno, sí, veo tu lindo rostro entre el de Forest Whitaker y el de Hugh Laurie en la versión española y tu cuerpecito serrano y tabasqueño en bikini, en una esquina de la versión gringa... pero ni en un país ni en el otro tu nombre aparece por parte alguna.

Hablo de los carteles de la película "Dueños de la calle" (Street Kings), la que protagoniza Keanu Reeves, y que recientemente se ha estrenado en todas partes. Como decía, tanto en la edición USA como en la española no encuentro impreso el nombre de esta mexicana chaparrita y dulce, aún de rasgos adolescentes pese a estar próxima a cumplir 25 años.

Hasta seis nombres de los machos del reparto aparecen en el cartel gringo, por sólo cuatro en el español, pero mi pobre Martha se mantiene oculta al cinéfilo. Tendrán que entrar al cine para verla un buen rato en pantalla y leer su nombre y apellido en los títulos de crédito.

Me pongo a pensar en la ilusión que le habrá hecho rodar en Hollywood y nada menos que con Keanu de cuerpo presente. Mudada a Hollywood le sale esto... y luego imprimen el cartel y la palabra Higareda (debe sonarles a chino a esos gringos) es olímpicamente ignorada.

Esto te pasa, Martha, mi vida, por no leer la letra pequeña del contrato, que debe decir que como mexicana, sudaca, chaparrita y mujer, sólo mereces salir como objeto decorativo en los carteles, haciendo bonito, pero importa un carajo quién seas. Basta con que exhibas o tu sonrisa o alternativamente tu bikini.

Digo yo que al menos en este país de mi pasaporte, donde acabamos de inaugurar un Ministerio de la Igualdad conducido por cierto por una señorita bastante atractiva (Igualdad genial, pero "¡vive la différence!"), deberían meterle un puro a la Fox por "desaparecer" a la única chica del reparto de este "thriller" sobrado de testosterona.

En fín, que espero que este mal primer paso no marque tu carrera y que llegues tan lejos en Hollywood como mi idolatrada Salma, aunque no se Martha si tienes la cabeza tan bien amueblada como ella, que antes de no aparecer en un cartel le sacaría los ojos al mismísimo Rupert Murdoch.
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