
Lo mismo le pasa a "Mad men", un retrato de personajes en una época de trascendental cambio de costumbres, los años 60. Creo que se pasan un poco con los cigarrillos (todos fuman, incluso las embarazadas...) y algo con el alcohol (chupan whisky como secantes), pero la reconstrucción de la época es brillante, así como su "casting". Sin embargo, lo mejor son sus guiones, en los que se refleja la mediocridad, la grandeza, la villanía, la ambición, la debilidad, el miedo, las contradicciones... todo eso que somos como personas y que no ha cambiado en 40 años... o quizás en 40 siglos.
Si nos fijamos en las grandes películas de Hollywood -y hoy la televisión de ficción después de décadas de ser puro entretenimiento vacuo se ha convertido en heredera de su mejor época- basan su éxito en su universalidad. Nada más universal que el ser humano. Por encima de nacionalidad, religiones y costumbres somos iguales, nuestras pulsiones son intercambiables. Estamos hechos del mismo barro, a ratos hediondo, a ratos brillante. Y de ese tintero sacan sus líneas los guionistas de "Mad men".
Hoy leo que los "creadores" de la serie (?), que emite en USA la cadena AMC y en España Canal Plus y pronto Cuatro, adaptarán en formato de serie la cinta de Coppola "La conversación", y mantendrán la época (mediados de los 70) de la trama original. Espero ansiosamente el resultado, aunque por ahora aguarde mucho antes la segunda temporada de "Mad men", que acaba de empezar al otro lado del charco.
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