lunes, 4 de febrero de 2008

Grandeza y miseria de los peliculeros


Parecía que "El orfanato" se lo comería todo... pero no fue así. Una película pequeña, sin rostros conocidos, de presupuesto tirando a bajo, que casi nadie vio.... lograba este domingo los dos Goyas más deseados: mejor película y director. Formo parte de esa legión de no espectadores de "La soledad", pero las referencias de mis amigos son buenas. Sobre todo insisten en que aunque se trate de una película "de autor" no es aburrida, pesada o pretenciosa. Quizás lo mejor de esta movida sea que con suerte ahora los hermanos Morales se animen a reestrenarla.

"La soledad" hizo gala de su título en las salas. Se estrenó en junio, después de pasar por Cannes, pasando desapercibida. Se ha criticado que no tuvo mucha promoción, pero como periodista y ocasional promotor de películas y eventos, considero que tenía todo en su contra. Ni actores ni director conocido, sin tema especialmente original o polémico, sin premios... Es cierto que estuvo en Cannes -y de hecho por eso acertádamente se lanzó justo después- pero lo hizo fuera de la competencia oficial y por tanto su presencia apenas hizo ruido.

Yo siempre quiero creer que parte de la magia del cine consiste en que una buena película, pero buena de verdad, esa que enamora a un 95% de los espectadores, sale a flote y triunfa de una forma u otra, como cuando tiramos al mar un corcho. Ojalá sea este el caso de "La soledad" y su potencial público, el que no llegó a tiempo de verla o ni se enteró que la ponían o jamás llegó a su ciudad, tenga una nueva oportunidad de disfrutarla.

El triunfo sorpresivo -aunque no tanto, porque ya había logrado varios premios críticos previos- de la cinta de Rosales opacó al bendito "Orfanato" de Bayona, sin el cual la gala de los Goya de este año hubiese sido de caras largas y poca celebración. Gracias al éxito de esta opera prima los números del cine español no han sido de sonrojo.

La presidenta de la Academia, Angeles González Sinde, hizo un discurso entre poético y reivindicativo, en plan somos los mejores, ladran luego cabalgamos y esas cosas... No es que uno esperara autocrítica, aparte de que pienso que ésta debería sobre todo plantearse en las reuniones de los productores y en los despachos ministeriales. Pero creo que tampoco es bueno caer en el victimismo, en considerarse los mártires de la cultura. La cruda realidad es que muchos espectadores de cine no se sienten casi nunca atraídos por una película española, y al menos parte de culpa deberá recaer en quienes las hicieron y las hacen. Admito que asumirla no es tarea grata ni fácil.

Dejando aparte los comentarios descalificadores con motivaciones ideológicas antigubernamentales y cosas así, sostengo que otras lecturas críticas de la situación del cine nacional -desde luego la mía- vienen de quienes quieren mejorar lo que tienen y desean conservar de la mejor manera posible. No somos enemigos, aunque la señora González Sinde nos quiera unificar a todos. Lo que estamos pidiendo es que dejen de mirarse el ombligo y se pongan a trabajar por buscar soluciones. Ellos (la Academia), los productores, el Ministerio de Cultura... pero lo que no es de recibo es que las películas españolas que obtengan beneficios en salas se cuenten cada año con los dedos de una mano y sigan haciéndose un centenar largo, en buena parte subvencionadas, para que al final sólo las vean cuatro pirados insomnes a las 2 de la mañana en televisión.

Por lo demás, aunque faltaron figuras como Bardem, su novia "Pe" o Almodóvar, los Goya en su 22 edición tuvieron su "glamour" y hasta sorpresas fuera de guión, como lo del pobre Alfredo Landa, quien presa de nervios o emoción padeció graves lagunas mentales y verbales. No merecía esta despedida, pero a la vez quizás nos de una última pincelada de humanidad, de que además del talento que le ha adornado, finalmente no deja de ser un tipo corriente al que le flaquean las piernas y la mente se le pone en blanco cuando tiene un micrófono delante y centenares de personas enfrente mirando.

No hay comentarios:

Google