jueves, 20 de marzo de 2008

Interrogado en Miami

Ya estoy de vuelta a casa después de mi viaje a Miami y Cartagena. El primer aeropuerto, por cierto, posiblemente uno de los más concurridos del mundo, ejemplifica el peculiar sentido de los derechos humanos que tiene la Administración norteamericana. Mi vuelo era un Madrid-Miami i/v, pero la última semana la pasé en Colombia. Para regresar desde este país, tuve que pasar de nuevo lógicamente por Miami. Un tránsito de apenas 4 horas, sin salir del aeropuerto. Soy ciudadano español y mi pasaporte está perfectamente en regla (si no no me hubieran dejado entrar en USA el día 27 de febrero pasado), y junto con él llevaba mi pasaje de regreso a España. Bueno, el caso es que fui sometido a dos interrogatorios de sendos agentes policiales sobre cuestiones como "¿Por qué estuvo en Colombia?, ¿Dónde se alojó allí?, ¿A qué se dedica?...

Como entre pitos, flautas y colas andaba justo de tiempo, pacientemente respondí a los uniformados, por supuesto lo que me dio la gana. Incluso si fuese ciudadano norteamericano me molestaría tener que dar explicaciones a un policía sobre cómo y por qué me desplazo a otro país. Bastante tiene uno que aguantar con ser registrado, descalzado, manoseado... como para que deba dar explicaciones sobre su vida privada. Pero el caso es que no soy gringo y no pensaba quedarme en su bendito país. ¿Para qué quiere Bush saber el motivo de que una persona extranjera se traslade a un tercer país? Si sospecha que soy un peligroso narcotraficante internacional, que me registre de arriba a abajo, pero no tengo por qué dar explicaciones de mi vida a un funcionario de un país que no es el mío, en donde y con quien dormí en otro país, o detalles que en nada afectan a la seguridad o la salud de los norteamericanos.

Por supuesto, como les decía, no tenía ni vocación ni tiempo para hacerme el héroe y decir a los sicarios de un gobernante extranjero que no pensaba responderles, así que me limité a dar una versión aproximada de la realidad, datos naturalmente que nadie se molestó en comprobar.

Ese adalid de la libertad llamado George W. Bush, responsable de la muerte de medio millón de personas -según cifras conservadoras- desde que decidió para enriquecer a las compañías petrolíferas y de armamento invadir Irak hace cinco años, secuestrador sin orden de detención o juicio de ciudadanos extranjeros a los que encierra en ese limbo jurídico llamado Guantánamo, ha dado muestras sobradas de su nulo respeto por el derecho a la privacidad de sus ciudadanos, a los que puede espiar sistemáticamente llamadas o emails. Ellos -algunos-le votaron. Yo no, lo cual me exime de la vergüenza de tener un presidente y vivir en un sistema que tiene un perturbador tufo fascista.

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