domingo, 5 de agosto de 2007

Sabrosa Ratatouille

Poco antes de salir de Caracas y regresar a la "vieja Europa", pude ver que la multinacional de la piratería audiovisual ya ofrecía por muy poco dinero las aún calentitas cintas animadas "Los Simpson" y "Ratatouille". Si todo funcionara como esa red de distribución y venta de pelis pirateadas... el mundo iría mucho mejor. Esto sí es "profesionalidad", rapidez y acierto (esto va con ironía, señores de la SGAE, no se molesten que uno no comulga con la piratería).

Como adicto que soy a los trabajos de la factoría Pixar desde sus inicios, ya he visto "Ratatouille", en parte por la curiosidad que me causaba el hecho de que los críticos norteamericanos recientemente la consagraban como la mejor película de lo que llevamos de 2007, un hecho que nos debería invitar a la reflexión... Una animación más o menos infantil superando a todo el cine de ficción y carne y hueso. Como poco, interesante.

La verdad es que aunque el planteamiento de base de esta historia sobre un animalito en teoría no destinado a una habilidad, pero que la desarrolla mejor que nadie, no es nuevo (recordemos que en "Babe, el cerdito valiente" era justo lo mismo, un gorrino que luchaba contra los prejuicios para demostrar que era mejor ovejero que cualquier perro), siempre viene bien subrayar este tipo de mensajes. El mundo se diría que va hacia los grandes dogmas a golpe de intolerancias e imposiciones. En USA cualquier agencia del gobierno ya puede espiar sus comunicaciones-y quien dice que no las nuestras, a pesar de no ser ciudadanos norteamericanos- sin orden judicial. Bendito Bin Ladem que ha permitido que poco a poco nos encaminemos a un mundo imaginado por Orwell, sólo que unas pocas décadas más tarde.

En fin, no quisiera divagar demasiado. A lo que voy es que en una sociedad que parece condenada a ser de consumidores sometidos a un régimen policial, en lugar de ciudadanos librepensadores, es inevitable simpatizar con historias como la de "Ratatouille" en las que se nos habla de tolerancia, derribar las barreras de los prejuicios, estar abiertos a los cambios y -en resumidas cuentas- dar una oportunidad a lo nuevo en lugar de sacralizar lo tradicional y seguro.

No hace falta que me extienda mucho sobre el resto de las virtudes de este producto de Pixar: el humor, la primorosa animación digital, unos personajes que siguen cierta tradición estética del maestro Disney (ahora propietario del estudio que hizo "Toy story" o "Los increíbles"), el ritmo delirante y los escenarios románticos de la capital gala...

Pero sí quisiera anotar la excelente combinación entre dos placeres que junto con el que están ustedes pensando forma mi particular "Santísima Trinidad" de las ganas de vivir: el cine y la cocina. Lo segundo por activa y pasiva. Me encanta cocinar y comer, así que cómo no identificarme con la rata Remy.

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