sábado, 15 de diciembre de 2007

Sobre la promoción, Will Smith y una falla valenciana en Madrid


Una de las actividades que periódicamente desarrollo es la promoción de eventos relacionados con el cine, sobre todo festivales, y más puntualmente, de películas. Cuando uno pasa años siendo objeto pasivo, receptor de informaciones y comunicados difundidos por productoras y distribuidoras, acaba asumiendo hasta qué punto esa labor se realiza de mala manera, con un notable desconocimiento sobre las necesidades del potencial cliente, o sea nosotros, los periodistas. Pienso que esta constatación me ha llevado a buscar la forma de hacerlo con mayor racionalidad y eficiencia, y de ahí que suela dictar seminarios sobre promoción de cine en varios países (por ahora Colombia, Venezuela, y República Dominicana, aparte de España).

Siempre digo a mis alumnos que en la promoción de cine se dan circunstancias originales que se no producen en otras actividades comerciales. Una obligación primordial del que vende un producto es conocer a su comsumidor, sus costumbres y necesidades. Al partir de un error de planteamiento de sus jefes, el que promociona no es periodista o no tiene experiencia en este ramo, es incapaz de generar productos (comunicados, press-books...) realmente útiles o tan útiles como podrían ser de estar bien hechos. Imagínense que un fabricante de coches se conformara con poner en el mercado productos mediocres, y que lo hicieran igual de mediocres una firma china como la mayor y mejor fabricante de automóviles de Alemania o Detroit. Pues eso es lo que ocurre con el cine. Promocionan mal las empresas españolas o latinoamericanas, pero igualmente mal lo hacen las multinacionales de Hollywood.

Todo esto viene a cuento de la visita de Will Smith a Madrid. Para el "photo-call", o sea el posado del actor ante los medios gráficos, la gente de la Warner le puso lo que yo llamaría una especie de falla valenciana humeante, que pretendía reproducir un coche abandonado en una calle de Nueva York como los que aparecen en la película, "Soy leyenda". Aparte de que en la película los carros no humean, porque llevan años abandonados, no deja de ser ridículo que me pongan al pobre Will delante de ese lamentable chiringuito, como si no bastara con él mismo para despertar el interés de los medios. Si se trata de llamar la atención, podían haberle pedido al actor que se subiera a un arbol o saltara sobre alguna de las camareras del hotel, por seguir con el cachondeo... La prueba de que la falla tuvo poca utilidad es que la mayoría de las fotos publicadas del acontecimiento mostraban simplemente la sonriente cara de Will, y no el tinglado que habían preparado.

La película, otra muestra de la originalidad imperante en la meca del cine, que es capaz de "remakear" un "remake" ya "remakeado" (perdón señores de la Real Academia), se puede ver. Sus efectos especiales son espectaculares. Tanto que llega un momento en que preferiría que Will Smith y su pobre perra desaparecieran de la pantalla para seguir viendo las desoladas calles de Manhattan, a modo de documental turístico-futurista y apocalíptico. Eso sí, los humanoides mutantes hechos por ordenador dan bastante el cante a pixel y por tanto pierden credibilidad. Cuando esto se perfeccione, como se descuide Will le van a sustituir por una recreación informática y su millonario sueldo se repartirá entre programadores y diseñadores. ¿De qué vivirá entonces su representante? Lástima me da...

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