domingo, 23 de septiembre de 2007

Un paso atrás para el Festival de Cartagena


Araceli Morales, ex ministra de Cultura colombiana, acaba de dimitir como gerente del Festival de Cine de Cartagena de Indias. No ha sido una partida exactamente voluntaria, sino consecuencia de las presiones recibidas por parte de la Junta Directiva del certamen. Hagamos un poco de historia... La "Chica Morales", como cariñosamente la llaman sus conciudadanos cartageneros, fue invitada hace poco menos de un año a participar en la organización del festival y se propuso revitalizarlo. A pesar de la escasez de tiempo que hubo entre ese nombramiento y la siguiente edición, en marzo de este 2007, se vieron los resultados de su trabajo en un considerable aumento de la brillantez del certamen. No obstante, se constató que el principal problema del que debía ser por historia y ubicación el primer festival de América Latina radicaba en su programación.

Más de la mitad de la Sección Oficial provenía del Festival de La Habana (11 películas) y sólo 4 de las 19 cintas a concurso no habían participado antes en alguno de los festivales especializados en cine iberoamericano con los que debería competir Cartagena.

Un festival es más que un evento local o nacional. Cuesta mucho dinero y debe brindar una rentabilidad en términos de imagen para la ciudad y el país que lo organizan. En nuestro caso concreto, Cartagena puede y tiene que ser el estandarte de la imagen internacional de una Colombia distinta de la que a veces aparece relacionada con problemas de violencia o narcotráfico en los medios extranjeros. Para ello debe conseguir el festival un prestigio, que si nos fijamos en el resto de los certamenes internacionales se basa en dos conceptos: estrenos internacionales e invitados famosos. Hoy por hoy, Cartagena carece de ambas cosas, pero sobre todo de lo primero.

Araceli Morales, quien se esforzó en internacionalizar el festival manteniendo contactos preliminares con la Federación Internacional de Productores (FIAPF) y la Academia del Cine Europeo, fue consciente de todo lo anterior e intentó para el año próximo que la renovación en las formas ya aplicada en 2007 alcanzara al fondo, es decir a la programación. Ahí empezaron sus problemas. La "vieja guardia" del certamen colombiano debió pensar que la ex ministra de Cultura serviría para conseguir dinero y se conformaría con salir en las fotos. Pero "La Chica" se tomó demasiado en serio su responsabilidad, chocando con la cerrazón de quienes se satisfacen en vivir de viejas glorias perdidas y simplemente "hacer" el festival, con total ausencia de ambiciones.

No es difícil imaginar lo duro que es trabajar en esas condiciones. Morales ha tirado la toalla. Cartagena va a perder mucho más que dinero. Se queda sin la esperanza de renovación y de convertirse no sólo en el más antiguo sino el primero entre los festivales de cine especializados en cine iberoamericano. Puede que haya quien piense que el festival colombiano debe ser patrimonio exclusivo de su hoy nonagenario fundador y quizás el día de mañana de sus herederos. En ese caso, la única solución sería buscar una alternativa. En numerosas ciudades del mundo se organizan varios festivales de cine. ¿Por qué no en Cartagena? La ciudad y el país se lo merecen.

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