lunes, 10 de septiembre de 2007

Sobre glamour y festivales

Los Premios Donostia de este año la verdad es que permitieron un suspiro de alivio, porque después del desvarío del año pasado y del anterior, donde hubo probablemente un apaño de última hora y dos galardones no equiparables al de ediciones precedentes, uno podía esperarse de todo… Richard Gere es una primera figura. Acaba de pasar por Venecia y allí se ha hecho fotos con los colegas de la prensa gráfica en plan amiguetes. No hace tanto montó un número en la India por osar dar un beso a una diva del cine de Bollywood en un acto público… En fín, que parece alguien bastante llano y “buena onda”. Esto es un simple añadido personal. Es evidente que por encima de simpatías, Gere tiene una trayectoria como para recibir este galardón.

De Liv Ullman tampoco pueden hacerse los reproches que al menos servidor hizo el año pasado con Matt Dillon, que como ya pasó antes –en 2005- con Gazzara y Dafoe, no están a la altura de la mayoria de los astros que recogieron este premio honorífico, cuya finalidad última es aportarle un plus de glamour al festival donostiarra.

Con Max Von Sydow el problema no se trataba de fama o carrera, sino de oportunidad. No fue de recibo darle el Donostia unos meses después de que otro festival español, Las Palmas, le homenajeara con una recompensa similar.

La verdad es que siguiendo este año la Mostra de Venecia (aquí tienen una prueba gráfica) sólo puede sentirse envidia, por ese poder de convocatoria, basado en la historia (75 años desde la primera edición, es el decano…), el presupuesto y naturalmente las fechas. Desengañémonos… San Sebastián nunca superará a Venecia, Berlín, no digamos a Cannes, pero tampoco a Toronto.

Alguno de ustedes pensará que esto de que haya famosos es una concesión a la industria de Hollywood y todo eso, y que lo importante es que las películas sean buenas... Si uno repasa los festivales recién citados verá que ambas cosas no son incompatibles. Maestros importantes acuden a la Mostra pero también estrellas. No se pegan entre ellos. ¿Qué obviamente las segundas dan mucha más cancha mediática que los primeros? Evidente, pero contra eso no se puede combatir, por injusto que nos parezca. Yo me indigné porque se le dedicaran horas de TV y radio en directo a un joven futbolista sevillano que murió practicando deporte y apenas unos segundos a las decenas de currantes que fallecen cada año en la construcción en España. Todos eran trabajadores. Pero es lo que hay, queridos amigos. Los famosos venden, a sí mismos y al festival que los invita. Ellos hacen que entre el festival en los telediarios, cosa que de por sí no logran ni Zhang Yimou, ni Bresson ni Gus Van Sant, por citar tres ejemplos distantes.

Siempre he encontrado demagógico, pues, que venga el director de festival de turno a decirme que no tiene famosos porque no los quiere, porque para él lo importante es “el cine” (como si los actores se dedicaran al billar americano…). Si no los desea para su evento es porque le trae al pairo salir o no en los papeles y las televisiones, y en caso de que no le preocupe eso no está ganándose el sueldo. Porque, al menos aquí en España, los festivales se hacen en su aplastante mayoría, con pasta de todos, con dinero público que podría emplearse en guarderías o arreglar calles… y si se dan para una actividad cultural con este coste, de varios millones de euros, es para que tenga una trascendencia no sólo local, sino nacional e internacional. Se hace una inversión en imagen, y esa inversión debe dar resultados para la comunidad que la financia. Tampoco me vale el argumento de que sobre todo se trata de dar películas a un público que difícilmente puede verlas, porque les garantizo que para poner películas no hace falta gastarse el dineral que cuesta un festival de cine importante.

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